El canto, herramienta de auto-regulación emocional en niños y adolescentes
El ser humano es emocional desde su nacimiento. Ya desde la gestación empieza a asociar los estímulos del exterior con la carga hormonal de la madre.
Ante un estímulo, si la madre tiene emociones positivas generadoras de endorfina, dopamina y serotonina, hormonas llamadas “de la felicidad”, el bebé asociará el estímulo a esa carga emocional.
De la misma manera, cuando la madre tenga una mala experiencia y genere cortisol u otras hormonas “del estrés”, el feto asociará el estímulo a una situación negativa o de peligro.
Por lo tanto, el feto ya está aprendiendo a identificar aquellos estímulos que le van a provocar felicidad y aquellos a los que ha de temer.
Si la madre canta, baila y escucha música agradable, que la tranquiliza, el futuro bebé sabrá que la música es “algo bueno”.
Cuando nace el niño es capaz de reconocer la voz de sus padres y las melodías que haya escuchado vía interna, a través de la vibración, de manera reiterada durante la gestación. Muy pronto va a sentir interés en la interacción social y va a intentar producir sonidos para comunicarse con su entorno.
Los bebés antes de hablar balbucean y existe un balbuceo musical en el que se distinguen patrones rítmicos y melódicos, por lo tanto, se puede decir que todos los bebés nacen con la potencialidad de cantar.
Para que la habilidad de cantar se desarrolle se necesita un entorno rico y que las figuras de referencia canten delante de los niños.
Muy pronto los niños son capaces de asociar a la música estados emocionales (tristeza, alegría, etcétera) y el canto en las primeras fases va a ser una potente herramienta de expresión vocal y emocional.
Durante la primera infancia los niños aprenden música y a cantar de una manera informal, repitiendo canciones que escuchan en el hogar y en los jardines de infancias o en los colegios.
En la segunda infancia su voz y la adquisición del lenguaje les permitirá ampliar su repertorio vocal y mejorar su capacidad de cantar.
Todos los niños sienten placer al cantar y es tarea de los adultos animarles a hacerlo en diferentes contextos.
Cuando llega la adolescencia la música se convierte en un potente “pegamento social”. Los adolescentes forman grupos en torno a gustos musicales muy definidos, crean sus propias canciones, forman grupos, etcétera.
La ciencia ha demostrado que se puede cantar durante toda la vida. En la primera infancia el aprendizaje se realiza de manera informal a través de la imitación, sin embargo, a partir de la segunda infancia los niños pueden asistir a clases de canto.
Si los diplomáticos cantaran, no habrían tantas guerras.
Chavela Vargas. Cantante mexicana. 1919-2012.
Es recomendable hacerlo con una guía apropiada: un buen profesor de canto especializado en voces infantiles y juveniles sabrá respetar las características fisiológicas y madurativas de cada etapa y proporcionará los contextos apropiados y emocionalmente saludables para el aprendizaje.
Para escribir este artículo, me he apoyado en la lectura de la reciente publicación de la reconocida pedagoga del canto Isabel Villagar “Cómo enseñar a cantar a niños y adolescentes” obra que proporciona una ingente cantidad de información tanto para las familias como para los educadores musicales.
El aprendizaje del canto bajo los criterios científicos que relata el libro dota sin duda de una potente herramienta para la educación integral de los mismos.